domingo, 27 de noviembre de 2016

LA AVENIDA SEXTA

Cuando vine a Cali por primera vez, quizá fue en el año 1975 -hace 41 años-. Me trajo mi padre y fue a propósito de un partido de futbol.

De ese día, recuerdo el viaje en ferrocarril desde Tuluá, un trayecto que duró algo más de dos horas. El tren hacia sus paradas en todos los municipios y algunos corregimientos por donde la vía férrea tenía sus respectivas estaciones. Lugares en los que había romería de viajeros y familiares quienes los despedían o recibían, vendedores de bizcochuelos, rosquillas, gaseosas y comestibles. Y los transeúntes que no faltan en todo lugar.

Ese viaje fue eterno para mí y muy ansioso. Toda vez que era un premio que me daba mi padre de ver jugar a nuestro equipo favorito, el Deportivo Cali. Ese día se enfrentaba al Junior de Barranquilla.

Luego de una entrada muy larga a la ciudad de Cali, por fin llegamos a esa terminal férrea, que para mí fue majestuosa, con un mural hermoso, de gran tamaño y que adornaba la pared de enfrente de las taquillas, donde se obtenían los boletos de viaje.

Del partido, recuerdo que quedó 3 x 3. Que uno de los goles del Junior lo hizo "El Diablo" Caldeira, desde la mitad de cancha a nuestro siempre recordado PEDRO ANTONIO ZAPE JORDAN.

Además del lindo estadio, el Pascual Guerrero, también me impresionó el Cerro de las Tres Cruces. En esa ocasión, no fue posible conocer la Avenida Sexta. Este lindo lugar, para entonces, lo pude ver y recorrer más adelante y posiblemente fue en el año 1977. Cuando venía en temporadas de vacaciones -julio/agosto- a trabajar en los negocios que tenían los "familiares ricos" de mi madre, que por cierto me trataron y me orientaron muy bien, cuando apenas tenía catorce años. En todo clan familiar hay "ricos" y "pobres" y llamamos ricos a aquellos que están mejor acomodados que uno o, viven en mejores condiciones económicas. De modo que "ricos" es tan solo un decir. De tal forma que cuando terminé mi bachillerato, en 1980, la ciudad de Cali podía ser el lugar más apropiado para continuar mis estudios y buscar nuevos horizontes. Y fue en 1981, cuando definitivamente emigré a esta linda ciudad y desde ese momento me radiqué hasta el día de hoy.

He llegado a este tema, porque en la mañana de hoy observé un video de antaño de la ciudad de Cali, que me produjo nostalgia. Entre otras cosas, al ver un pasaje de lo que era la Avenida Sexta y en lo que mutó, tantos años después.

La Sexta tenía encanto, romanticismo. Recuerdo que era muy placentero iniciar el recorrido desde el Parque de Avianca y caminar desprevenido por esa calle de cemento, árboles y lindas  edificaciones hasta llegar a la Avenida Estación y terminar en ese gran almacen llamado SEARS. Era una caminata de aproximadamente 25 cuadras. Se deleitaba uno con el clima de las cinco de la tarde, cuando la brisa y el sol combinaban en perfecta armonía. Pero más, cuando las faldas y vestidos de las hermosas damas eran levantadas por el viento.

Había muchas boutiques, almacenes exclusivos, heladerías, cines y restaurantes. La gente siempre andaba bien vestida. Hoy, es muy poco lo que queda de esa época: la Pizzeria Pto 19, la Panadería la Aragonesa, el Restaurante Balocco, la Droqueria Ibérica y el Hotel don Jaime -que no es tan antiguo-. Otros negocios que desaparecieron como: Dari Frost, OM, Da Diseños, Baboo, Levis, Croydon, Bossi, Audaz y Faride. Este último fue el almacén de ropa que traía del exterior, la señora madre de Carlos Acosta, actual propietario de Studio F.

Uno de los hitos de la Sexta, era el Oasis, ese ‘drive in’ en el que se comía perros calientes, hamburguesas y malteadas. Y todo en un ambiente muy americano, como nos decían los que ya conocían EE.UU..

Otro magnífico programa, era visitar los almacenes de imperfectos que tenía Baboo, Levis y Croydon. Encontrábamos ropa y calzado a muy buenos precios. El argumento para ser "imperfectos", era que la etiqueta había quedado mal puesta o que un bolsillo o un hilo o un orificio que era imperceptible a la vista, representaba un defecto de calidad. Y si a estas compras muy baratas se le complementaba con la visita a alguno de los sitios mencionados a disfrutar de un helado, una malteada o una hamburguesa, esto se constituía en magnífico programa para una persona de clase media. Y que hoy podría compararse con una caminata desde la Quinta Avenida en Nueva York hasta Time Square, buscando alguna prenda de vestir que esté en realización. Así no la necesitemos, pero que al menos nos veamos con una bolsa de uno de esos almacenes que nos ayude a subir el autoestima o a posar para la foto. Y así pasamos de precios astronómicos en la Quinta Avenida -calzado, camisa o pantalón de entre mil y cinco mil dólares por unidad-, a los de Time Squire -de dos por el precio de uno, entre diez o veinte dólares-. En los primeros -los muy pero muy costosos-, solo miramos, tomamos aire y pensamos en voz baja, pero que H.Ps tan ladrones. En los segundos expiramos, sonreímos y claro que compramos.

Volviendo al tema principal, es importante recordar, que Cali fue sitio de llegada de varias multinacionales. Algunas continúan, pero otras emigraron. Y fue así como Cali fue foco de desarrollo. Con sus respectivas multinacionales, también se trasladaron a esta ciudad, directivos y empleados, principalmente americanos y alemanes. Inmigraron comerciantes e industriales de diferentes nacionalidades: turcos, judios, lituanos, italianos, griegos, árabes, españoles, japoneses y chinos. Y por el fútbol, llegaron igualmente: argentinos, yugoeslavos y uruguayos.

Entre los inmigrantes recuerdo a la familia Molinari, a los Pacini, a los Tristán, a los Kure, a los Tamura, a los Kuratomi, a los Steffens, a los Burckhard, a los Sangiovanni, a los Tirelli, a los Colavizza, a los Toledo, a los Arabia, a los Kamle, a los Edery. A Alberto Castronovo, quien fuera jugador del Deportivo Cali y América y en su retiro fundó el restaurante de carnes Castronovo. También a los patriarcas: Manfred H. de la Feria de las Bicicletas, Hans Sander, Gunter Seyd, Aurelio Grimberg, Alex Gorayeb, Raif Aljure, Jhon Tekly, Saúl Birmaher, Rosa Jaluf, Pranas y Simón Lukauskis. Y a otros más de cuyos nombres no me acuerdo.

Todos ellos, a través de sus empresas y actividades, fueron importantes precursores de la actividad industrial, agrícola y comercial de Cali y sus alrededores.

Ese polo de desarrollo se fue muriendo por la bonanza del  dinero fácil. El auge de la Sexta fue quizá en los 70 y parte de los 80. A principios de los 90 ya estaba degradada, la cultura mafiosa daria la ultima estocada. Los negocios tradicionales emigraron o se quebraron. La zona se llenó de discotecas y bares, con clientes y visitantes poco confiables. Hoy es foco de prostitución, droga y dormitorio de indigentes. La muy poca atención de los alcaldes -oscuridad, vandalismo, acopio de basuras en las esquinas- ha permitido que sea un lugar sucio e inseguro.

Las salas de cine también murieron, ante las salas multiples de los centros comerciales. Esos teatros ociosos, hoy son ocupados por iglesias "de garaje", donde se cura lo incurable y se perdona lo imperdonable. Con su muerte, arrastraron la poca decencia que le quedaba a la avenida y así le dimos entierro de quinta a la Sexta. Otrora icono de belleza, tranquilidad y paseo "obligado" o mejor, apetecido de caleños y turistas.

Ojalá que en la alcaldía del señor Armitage, se le preste atención tanto a esta Avenida como al famoso Bulevar de la Avenida Colombia. Sitio este que ya observamos invadido por bullangueros, fritanguerias, ventas de cerveza, trago y quién sabe qué más alucinantes para desgracia de los jóvenes.  Hace escasamente una semana, transité a pie este lugar y, fui testigo de gente reunida alrededor de una canasta de cerveza, desde donde a medida que la consumían hacían  el cambio de la botella vacía por una completa, al mejor estilo de barriada. Leerse un buen libro en ese lugar o llevar a cabo una tertulia entre amigos o con la familia alrededor de un vino bien servido, con copas de cristal y un bonito mantel, ya es imposible. Me atrevo a decir que regresaríamos a casa sin las copas y sin el mantel.

Y que también se mire para el sucio CAM y se le permita dar buen uso al Parque de la Caleñidad o como finalmente bautizaron: Plazoleta Jairo Varela. "Craso homenaje". Considero que el mejor homenaje en vida que le pudieron haber hecho a este gran músico, fue no permitir que la DIAN como se llama en Colombia a la oficina de impuestos, le embargara su mas preciada obra, el estudio de la quinta con treinta y nueve. Asunto con el que le amargaron su vida en los últimos años y, tal vez coadyuvó al infarto que aceleró su muerte cuando aun le faltaban años por vivir y por deleitarnos con sus creaciones musicales en el Grupo Niche.