LA TULUÁ QUE
CONOCÍ
Soy
ciudadano por adopción de la linda ciudad de Cali, donde he vivido casi las dos
terceras partes de mi edad actual, pero tulueño de nacimiento. Municipio a una
hora de Cali, estratégicamente localizado en el Valle del Cauca. Su cercanía
a la capital del departamento y de varios municipios y corregimientos como
Buga, Trujillo, Riofrio, Salónica, San Pedro, Andalucía, Bugalagrande, Zarzal,
Roldanillo, Barragán, entre otros, ha permitido que sea sitio de paso y de
acopio de muchos alimentos que se cultivan, se producen y se comercializan
desde esta especial ciudad. Por ser epicentro de la agricultura y el comercio,
permitió el desarrollo de ingenios azucareros, fábricas de bebidas, de
levadura, de dulces y sus derivados. Y también la llegada de grandes almacenes
de cadena, salas de cine y algunas prestigiosas marcas de comida, ropa y
calzado, que confluyen en los dos centros comerciales que hoy operan,
desde sitios distintos de la ciudad. Y muy rápidamente, un tercero que se gesta
en el norte -salida a Andalucía- hacia donde se desarrollará
urbanísticamente.
Cuna
también de destacadas figuras de la literatura y el deporte. Por un lado, el
escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal y futbolistas como Faustino
Asprilla y Jorge Cruz. También lo fueron Julio
"Pepa" González, Argemiro López y Gabriel Chaparro. De Jairo
Arboleda, se dice que nació allí, pero su aparición en el fútbol se dio en
Palmira y la ciudad de Cali. Tuluá también ha sido el único municipio en el
Valle del Cauca, después de Cali, con equipo en la liga profesional del fútbol
colombiano, el Cortuluá.
Y
más que decir, de muchos personajes de la política, entre los que también se
incluye a Gardeazábal, quien fue dos veces alcalde y una vez gobernador.
Actividad muy truculenta desde épocas de León María Lozano -Cóndores no
entierran todos los días-, Leonardo Espinosa y tantos otros
caciques de épocas pretéritas como Ramón Elías Giraldo y Olegario Gómez,
barones políticos de antaño.
La
Tuluá que yo conocí, hasta 1980, año en que partí, era un pueblo pequeño y del
cual recuerdo:
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Los partidos de fútbol entre barrios, en ese entonces "galladas".
Allí, a los 11 o 12 años conocí a quienes han sido mis primeros amigos de
infancia y de toda la vida, Oscar Humberto Díaz Ríos y Juan Carlos
Luna. También jugábamos futbol con la "gallada" de La
Graciela, La Trinidad, Palobonito, La Chichería y El Jardín. Encuentros que
terminaban a veces con peleas a puño limpio y alguno que otro voleo de piedra.
Una salvajada, cuando ello ocurría.
>
Nuestro equipo de fútbol Independiente F.C. -año 1976 y del que aún los
integrantes mantenemos una bonita amistad-.
Era el equipo más destacado de la ciudad, fundado y muy bien dirigido por el
profesor Julio Velásquez, a quien recordamos y agradecemos por
sus grandes enseñanzas dadas como deportistas y más como personas. Responsable
de que muchos adolescentes de la época, hubiésemos escogido el deporte y
el estudio en vez del alcohol y la marihuana.
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Gracias al futbol y a los equipos que integré, Guaraní e Independiente,
pude conocer a grandes personas como: Julio Velásquez, Roberto
Hinojosa, Janier Lozano, Fernando Hurtado, Fernando
Valderrama, Libardo Guerrero, Hebert Flórez, Juan Carlos
Hurtado, Duvan, Ferney, Oswaldo y Ernesto Ricardo. Omar López,
William y Juan Carlos Mendoza. Jair Lopez, Gustavo Chaparro, Diego Martinez,
Jaime García, Alejandro Ortega, Javier Viveros, Diego Méndez, Jose Omar
Marulanda, Carlos y Milsiades Quintero. Carlos Matallana, Luis Ospitia, Miller
y Mario Ortiz. Jainever Parada, Javier Sepúlveda, Rómulo Arana, Carlos Alberto
Buitrago, Jairo Tascón, Ancizar Murillo, Alfonso Melo, Marcos Jiménez, Esteban
y Fabio Cárdenas. Gustavo Gil, Fernando Caicedo, Armando Mendoza, Armando
Sánchez, Jorge Victoria, Rommel Molina, Fernando Marín, Eider Plazas, Jaime
Torres, Franklin Alférez, Hugo Álzate, Jaime y Carlos Quezada. Jairo Saavedra,
Juan Carlos Mena, Robinson Bermudez, Rodrigo Victoria, Alejandro Martinez,
Humberto Arana, Carlos Hernán Ortiz, los Hermanos Salgado, Adolfo Buriticá,
Carlos Julio Duque, los Hermanos Forero, William y Edward Giraldo. Jair Melo,
Numa Tascón, Jairo Rueda, Carlos Bejarano, Jorge Cruz, Luis Antonio Moran, Luis
Taguado, Isidro Lozano, Diego González, Jesús Guerrero, Freddy Bejarano, German
Rodriguez, Carlos Moreno, Adolfo Díaz, Gerardo Duque, Fulvio Loaiza, entre
otros que se me escapan ahora.
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Los bailes famosos de la familia Castro-González que se
llevaban a cabo periódicamente, en la icónica Casa Conservadora. Y a los que les
debemos también el gusto por la salsa.
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Las Casas de Citas, como se le llamaban a los burdeles
de ese entonces. Una de ellas ubicada en cercanía al Puente Negro, atendida por
Leticia su propietaria. Sitio en el que una gran mayoría de "mozos"
tulueños, que entraban a la edad de los cambios hormonales, perdieron o entregaron
su virginidad, a cambio de dinero o del trueque. Comentan las "malas
lenguas", que también se podía pagar con la carne que consumía Leticia en
la semana y que llegaba desde el Pabellón de Carnes por el pago de los
servicios prestados a algunos matarifes que frecuentaban el lugar. O de
colegiales que a cambio de sexo, entregaban casetes que grababan con la música
arrabalera o bailable del momento y que le servía a la "Madame" de
entonces a mantener alegres a sus clientes, mientras pasaban a brazos de sus
diez coperas de turno.
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En temas de farra y sexo, Tuluá tenía varios sitios en
los que confluía la clase alta y la baja. Los Comerciantes de la plaza de
mercado y campesinos que llegaban de las veredas cercanas a
vender sus cosechas y a comprar el mercado. Lugares de gran recordación como
Montechelo, La Continental, El Bar Central, El Happy Bar, El Real Madrid, El
Cafetal, El Pelirroja, entre otros. Y como olvidar el Restaurante
Pica Piedra que aún existe, en el que terminaban cenando al
amanecer, los visitantes de los citados sitios. Finalizando el bachillerato,
recuerdo que una vez en mi salón de clase del colegio, el Gimnasio del
Pacífico y luego de un fin de semana, el "bochinche" fue que unos
estudiantes que habían frecuentado el burdel de Leticia, se habían encontrado
con uno de nuestros profesores, también en brazos de Morfeo. Increíble para
todos, porque era un profesor de alto turmequé y en quien nadie creía que
frecuentara esa clase de lugares de tan baja reputación. Uno de sus hijos
era nuestro compañero de clase. Las zonas o lugares de estos menesteres,
también llamadas de tolerancia, estaban incrustadas en los barrios Victoria, La
Chichería y Barrio Chino. En el Chino se concentraba lo más deprimente en sexo,
drogas, alcohol y picaros de la época.
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Recuerdo también con nostalgia, los paseos con fiambre
-arroz, huevo cocido, tajadas maduras y papa- que amigos, padres o desde
el colegio nos llevaban a: El Picacho, El Lago Chillicothe, El Jardín Botánico,
El Rumor, Río Morales, La Rivera, Rio Sabaletas y Cuancua. Con saldo de
algunos ahogados en esas aguas traicioneras, entre ellos, amigos y conocidos
que se fueron muy tempranamente de esta vida.
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Ya hacia su aparición, muy elementalmente, el periódico semanal El Tabloide,
el único que se ha mantenido tantos años y de los pocos que dio y sigue
dando utilidades. Es un semanario muy esperado por la población, que sale
los días viernes con información versátil. Temas políticos, sociales, de
entretenimiento, de deportes y principalmente de los muertos por violencia y
por accidentes. Quizá, estos dos últimos, son los que más interesa al tulueño,
quien espera ansioso esa clase de noticias y así conocer los
móviles y observar las fotos del amigo, vecino o conocido que murió
trágicamente, la semana anterior.
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Cuando el Río Tuluá se crecía, la gente salía de sus casas a verlo.
Y en los diferentes puentes a lo largo del mismo, era típico observar a individuos
que se parapetaban en ellos y con largos lazos "pescaban" leña y
grandes maderos que venían por el río. Entiendo que servían como material para
sus fogones de leña en sus respectivos hogares.
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Tuluá tiene fama de ser un "pueblo" que le gusta el chisme y el rumor,
tanto que, el periódico El País le destinó alguna vez una página completa para
hablar de ese tema. E incluyó a la zona del Río Tuluá, frente a la empresa
Industria de Harinas del mismo nombre, el lugar donde se reúnen los
practicantes del "bochinche", a no dejar títere con cabeza. Entre
otros, el escritor Gardeazábal, es un distinguido conocedor de la información
más confidencial, no sólo de Tuluá, también de todo el país. Razones que lo
llevaron al programa de humor y de información más escuchado en Colombia, La
Luciérnaga de Caracol Radio. Y que ya no estando allí, lo hace de manera
independiente con el doctor Hernán Peláez -PEGA-, en el periódico ADN y en su
Facebook y Twitter.
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Conocí a personajes típicos como:
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JUÁCARA: era un loquito indigente que vendía
los periódicos de la época: El País, El Tiempo y El Espectador. A través del
voceo se inventaba noticias trágicas para que el ciudadano de a pie, se
interesara y le comprara sus diarios matutinos.
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LAS LOTERAS: eran dos mujeres algo desquiciadas
-madre e hija-, de origen gitano y por ende nómadas. Por largas temporadas
llegaban a la ciudad y se radicaban en un hotel central de muy bajo costo. Se
paseaban el centro de Tuluá vendiendo lotería y adivinando la suerte de cuanto
ingenuo(a) se encontraban. Decían, que mientras "adivinaban la
suerte", le hurtaban anillos, relojes y pulseras, a sus incautos
clientes.
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EL POLICÍA MARTÍNEZ: fue un agente de policía muy
particular. Operaba en un pequeño lugar de la plaza de mercado tulueña. En un
improvisado espacio atendía las denuncias de quienes frecuentaban la galería
para hacer sus mercados. Vestía impecable uniforme policial; usaba quepis,
gafas oscuras tipo rayban cola de ratón, diente de oro, bolillo y esposas. Era
temido por los ladronzuelos de la época y a quienes pillaba robando, les hacía
una persecución al mejor estilo policiaco. Los agarraba y los castigaba
cruelmente con su bolillo, los sometía a escarnio público y luego se los
llevaba en la patrulla o "bola" como se le conocía en
esa época, con la sirena activa, como si tuviese al delincuente más
peligroso, a la Permanente Central donde eran castigados a penas de meses y
años, según el delito. Algunos de esos ladronzuelos, el policía Martínez los
resocializaba y les permitía trabajar en labores de la galería, como lavar
frutas y practicar el "llevo llevo" -cargar canastos y bultos del
mercado-. Martínez murió trágicamente, se decía que uno de los
"afectados" por su cruel castigo, tomó venganza por sus propios
medios y le propinó una puñalada mortal.
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CANTI: canti era el apodo abreviado de "Cantinflas".
Se llamaba Heriberto Albarracín, era un muchacho de tal vez 10 o 12 años que
llegó a nuestro barrio Maracaibo. Fue adoptado por D. Luis Carlos Santacoloma,
quien era entonces el director de la Correccional de Menores de Tuluá.
"Canti" había sido reclutado allí en la correccional y al salir, don
Luis Carlos que vivía en nuestra misma cuadra se lo llevó a su casa, donde le
dio con su esposa, educación y todo lo que puede demandar un hijo a esa edad.
Infortunadamente, los esposos Santacoloma estaban en edad avanzada y al poco
tiempo murieron. "Canti" quedó desamparado y rápidamente tomó el
camino incorrecto de la vida. Ya en ese entonces, era uno más de los amigos del
barrio. Un día, me desplazaba por una de las calles de Tuluá y antes de doblar
la esquina, sorpresivamente apareció "Canti", quien venía en una bicicleta. Se veía bastante
acosado y con su mirada característica -por su ojo desviado-, la dirigía al piso. Cuando pasa muy cerca de mí, lo saludo
y le digo "q'hubo Canti", compraste bicicleta?, él me responde:
"quítate, quítate". Una vez
doblo la esquina, observé que venía una turba de gente gritando: "cójanlo,
cójanlo". Allí entendí, que "Canti se había robado el vehículo en el
que se transportaba y que al saludarlo, estuve a punto de ser también cualificado
como cómplice del robo de "Canti". Por fortuna eso no pasó,
"Canti" no pudo resocializarse y luego me enteré de su muerte.
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En nuestra época no había la diferencia de clases que hoy existe.
En el colegio y en el fútbol compartíamos ricos y pobres o mejor, más y menos
favorecidos. Recuerdo que en mis primeros años de bachillerato, cuya jornada
iniciaba a la 1 PM, algunos compañeros de clase, en horas de la mañana
laboraban como vendedores ambulantes de aliños en la plaza de mercado. Y en
época de vacaciones de estudio, toda la muchachada que deseaba trabajar iba al
Parque Boyacá, y entre las 5 y 5:30 AM; eran recogidos por volquetas y camiones
para llevarlos a recolectar frijol, soya, millo y algodón, que se cultivaba en
los terrenos contiguos a la zona urbana y en los que hoy se han desarrollado
grandes barrios como Bosques de Maracaibo, Farfán, Entre Ríos, Nuevo Alvernia,
La Esperanza, La Graciela y, donde actualmente, también están los Centros Comerciales La
14 y La Herradura.
> Particularmente, en época de vacaciones escolares, laboré
como ayudante de un taller de mecánica. También, desde mi casa reciclaba papel,
cartón, plástico y hierro que periódicamente llevaba a vender a un sitio que
llamaba El Brazo de Hierro; donde compraban material de reciclaje. En el patio
de mi casa, cultivaba el estropajo y luego lo vendía en la galería central.
Cierta vez, me encontré en la calle, cinco pesos -$5-, con ese dinero compré 30
huevos en un gallinero que existía por la Hacienda Maracaibo, quizá a 4 Km de
mi casa. Lugar al que iba y regresaba a pie. Esos huevos los vendía en casa y
en los restaurantes de la galería central. Con el tiempo, esos 30 huevos se
convirtieron en 100 huevos y con ello ayudaba a la economía familiar y a
algunos gastos personales. En épocas de cometas, aprendí a elaborarlas y
también vendí cometas. Cuando termine mi bachillerato, emigré a Cali, lugar que
me acogió y donde pude estudiar mi carrera profesional y seguir trasegando, con
muchas más experiencias que no son materia de este escrito.
